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»En los días de Samgar y de Jael, los principales caminos quedaron desiertos.

Los viajeros usaban senderos estrechos y tortuosos.

Los pueblos de Israel quedaron abandonados, hasta que yo, Débora, surgí como una madre para Israel.

Cuando Israel buscó nuevos dioses, todo se desplomó, nuestros amos no nos dejaban tener ni escudo ni espada; entre los cuarenta mil valientes de Israel ni un arma podía ser hallada.

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